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Envejecer bien es cuestión de actitud

 

“Saber envejecer es la obra maestra de la cordura y una de las partes más difíciles del gran arte de vivir.”

Henri-Frédéric Amiel

 

Por: Flor Stella Sánchez

Socióloga y orientadora familiar

 

FAMILIA Y VEJEZ

La familia, entendida como principal núcleo de apoyo en el desarrollo de un ser humano, también tiene un papel fundamental en el proceso de envejecimiento. En mi experiencia, he notado que es un tema difícil de abordar con absoluta objetividad y justicia, puesto que cada persona tiene vínculos familiares muy complejos y muy diferentes entre sí. En mi trabajo es común colaborar de manera cercana con los parientes y familiares de las personas mayores. Y la realidad es que no siempre es fácil comprender las distintas dinámicas familiares que se presentan. En relación con este tema, he notado una diferencia entre personas de estratos más pudientes y personas de estratos con menos recursos. En estos últimos las personas mayores usualmente están más integradas a la dinámica familiar, pues muchos que aún permanecen activos son un soporte económico, aportan en los oficios domésticos o ayudan con la crianza de los nietos. Cuando ya se vuelven dependientes de cuidados propios por deterioro físico o mental, tienden a verse aislados o son vistos como una carga.

Por otro lado, en los estratos más acomodados, las personas mayores están por lo general muy solas. Si bien muchos tienen la compañía de un cuidador, un conductor, un enfermero, en la mayoría de los casos estas personas llevan una vida muy solitaria, carente de afectos y de atención. El alto nivel de vida no compensa el vacío emocional ni el abandono afectivo que puede generar la sensación de pérdida del estatus y poder social o laboral, por ejemplo. En estas familias, hay poco tiempo para acompañar a las personas mayores y estas a su vez son prescindibles al no tener que “aportar” nada a su entorno familiar si este es independiente de ellas. La familia y el entorno inciden en esta etapa de la vida y hacen la diferencia en el envejecimiento. Sea cual sea la relación que se haya tenido con los familiares, ésta determinará el acompañamiento de una persona mayor.

Definición de familia, como lo hemos mencionado en el capítulo anterior, ha cambiado con los años. Antes las familias eran numerosas y en algunos casos se imponía la tarea de cuidar a los mayores a alguno de los hijos, casi de manera tradicional. Así se garantizaba que los mayores tuvieran una compañía hasta su muerte. Las jerarquías familiares también se establecían alrededor de los abuelos, creando así una dinámica cerrada y continua. Incluso, muchas familias sufrían intensos cambios en su orden interno al tener que afrontar la muerte de la matriarca o el patriarca, indistintamente. Pero hoy en día, aquellos esquemas no son tan frecuentes como lo pudieron haber sido y por tanto, la manera de integrar o no al adulto mayor a las familias se ha ido transformando. En algunos casos la familia se convierte también en un agente bloqueador en el desarrollo normal de la vida para la persona mayor. Uso el término de “bloqueador” porque no es extraño encontrar que, en el imaginario de muchas personas, el adulto mayor deja de ser una persona funcional y autónoma.

Para muchas personas los adultos ya no sienten ni piensan tanto, no se enamoran, no tienen fuerza, no pueden ser autónomos, no pueden o no deben tomar decisiones frente a su vida pues no saben muy bien qué es lo que quieren o qué es lo mejor para ellos. Se sorprenderán, pero estas ideas son comunes entre los familiares de muchos adultos mayores que nos visitan en el programa. Acá es donde les es vulnerada su autonomía y esta se pone en riesgo. No pocas veces, de manera innecesaria, son puestos al cuidado de terceros. Acá también puede aparecer un problema: el rol del cuidador o de la cuidadora a veces es ocupado por un hijo que nunca se casó, que se pensionó o que depende de esta persona mayor en algún modo y por tanto tiene que hacerse cargo de ella sin quererlo ni saber cómo realmente hacerlo. Esta responsabilidad, cuando es asignada de manera obligatoria, puede generar más problemas que soluciones y se presta para situaciones severas de maltrato familiar. Si bien en los transformadores años el problema radicó en quién cuidaba de los niños cuando la madre empezó a trabajar fuera del hogar como el padre, hoy en día podemos decir que hay otro problema y es quién cuida de los viejos.

La sociedad, como sabemos, cambia cada día. El desafío acerca del manejo y el cuidado de los adultos mayores en la comunidad hoy en día se ha resuelto en alguna medida a través de la creación de más hogares geriátricos, centros de día, casas de asistencia y demás lugares donde se presta una atención especializada, pero que muchas veces no es accesible para toda la población. Así mismo, es importante reconocer que el adulto mayor no solo tiene ciertos derechos sino también sigue siendo responsable de varios deberes. En este sentido quiero mencionar otro tipo de situaciones que surgen en algunas familias y que es el legado que el adulto mayor ha dejado en aquellos que ahora lo deben acompañar en su vejez. Muchos padres, por ejemplo, se ocuparon en dar comodidades materiales, educación y vivienda de calidad, pero descuidaron el vínculo afectivo y poco cultivaron en sus hijos lo que hoy más les hace falta. Hoy en día, esos hijos no se sienten aludidos a la hora de devolver aquel cariño, ternura y acompañamiento que quizá nunca recibieron de sus padres.

La realidad es que en Colombia y en el mundo el abandono de las personas mayores por parte de la familia es crítico. Es un fenómeno sociológico que hace que se replantee por parte del estado y los entes territoriales el crear conciencia de la importancia y el reconocimiento a las personas mayores en familia. Por tal razón se estableció por parte de la Organización Mundial de la Salud el día 15 de julio como el día del buen trato a las personas mayores y el no al maltrato familiar. Razón por la cual se instauraron las siguientes premisas. - Reforzar su independencia. - Respetar sus preferencias. - Evitar el aislamiento y la soledad. - Trato digno y respetuoso. - Favorecer el uso de aprendizajes y capacidades. - Facilitar el uso y control de sus pertenencias. - Escuchar y tener en cuenta su opinión. - Favorecer la toma de sus propias decisiones - Respetar su intimidad. El apoyo familiar siempre será una fortaleza para cualquier ser humano, porque somos seres sociales que no podemos prescindir de un entorno de semejantes que nos brinden soporte.

En la familia, cada uno debe tener su lugar y su responsabilidad. Debe ser un medio que brinde crecimiento emocional a todos sus miembros, que tenga canales sanos de comunicación, buen trato y respeto. Por último, puedo concluir que el cuidado que merece un adulto mayor no siempre es cuestión de comodidades materiales o prácticas. Más allá de esto, el adulto mayor, como cualquier persona de cualquier edad, necesita atención, amor y afecto, haciéndolo sentir parte activa de la dinámica familiar.

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